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domingo, octubre 02, 2005



C’est moi mon amour



A pocos kilómetros de Paris, un pequeño hotel, un pequeño bar, una taza de café... El camarero sonrió al comprobar mi raro acento al pronunciar las cuatro palabras aprendidas en francés para no desentonar. Entendió mejor mi sonrisa que mi petición, pero amablemente me llevó junto a la cabina de teléfono. Me temblaban las manos mientras buscaba la agenda en mi bolso revuelto. Deposite las monedas con el mismo miedo y la misma ilusión de quien las arroja al pozo de los deseos esperando con ansiedad que se cumplan. Dos tonos... tres, cinco... cerré los ojos al oír su voz y dije “ C’est moi mon amour” y colgué.
El teléfono sonó y sonó durante diez interminables minutos sin que nadie lo cogiera. Sabía que eras tu. Sonaba tu propuesta en mis oídos y la respuesta se escapaba con mis lágrimas en silencio.
Llovía...
Cuantas canciones hablan de la belleza de la lluvia en Paris, del color de Paris, de la música de Paris, del sabor de Paris... Ninguna canción sabe de la soledad en Paris cuando al otro lado del teléfono alguien te dice -ven y déjalo todo-
El espejo del ascensor reflejó la imagen perfecta. Mi marido y yo subíamos a la habitación a cumplir con el deber de amarse... en Paris.
El camarero con fastidio descolgó el auricular
¿Allô? ¿allô? ¿allô?
Silencio.
Alguien calla mordiendo la rabia mientras me “usan”.




-Publicado en la Revista Cultural ATENEU nº 32- (SEPTIEMBRE, 2005)