Soliloquio

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viernes, febrero 17, 2006

MI CEMENTERIO



Rara vez llega la luz a aquella parte del muro. Una verdina espesa se multiplica a cada centímetro compitiendo con la frontera del mar.
Este horizonte de musgo hace mas impropia la puesta de sol.
Cuando el agua está en calma, acuna la pared en abrazo perpetuo de sal. Cadente nana de agua.
Duermen los vencejos de este lado de la pared y las gaviotas del otro separados por una frontera de aire dulce.
Condenados a convivir entre la risa y el llanto, un vuelo breve para atravesar el arco iris azulado que provoca la noche en las dos orillas. Golpean las olas como un lastimero gong. Tiempo de ida y vuelta, sin reloj aparente.
Cuenta atrás.
En esta esquina sin cipreses, una grieta de agua calma la sed de la tierra estéril.
Luz parió la luna de aquel lado, y enredada en el viento, desafiante, viene a provocarme.
Rara vez con temblorosa mano se dibuja la belleza entre la vida y la muerte
La misma mano de las caricias, la misma de los adioses nos derrama sin justicia en un trazo infinito.
El cancel mohoso chirría muy de tarde en tarde en este cementerio,
Pero el mar, este mar... no se detiene nunca.

lunes, febrero 06, 2006

Cárcel de ternura







Hoy me he despertado de un sueño
Y comprobé que todo en la vida acaba,
Sentí angustia como un perro sin dueño,
Note tu ausencia gigantesca y helada

Supe que detrás de cada encuentro
Esta la pena del amor cuando se ha ido
Y queda en la razón, pájaro herido,
El recuerdo impalpable del momento.

Hoy la adversidad se poso en mi hombro
Y la soledad me aplasto con su sombra,
Se cayeron tus promesas rompiéndose a trozos
En el pozo absurdo de mi memoria.

Mira con que rabia destroza el viento
Esta cárcel de ternura en la que he vivido,
Donde se pudre ahora mi corazón dolido
Por sentirte golpe a golpe en mi tormento.



(Publicado en ATENEU nº 33)