Pagina de adolescencia
(cierra los ojos... nos vemos en el pueblo con unos flamantes dieciseis años)
Página de adolescencia
En el bar de enfrente gastábamos las horas, aprendíamos a ser altas (que no mayores) caminando con tacones de aguja, nos mentolábamos los pulmones con dos caladas de tabaco y organizábamos los novios en fila de a uno a la hora del baile.
El camarero de la camisa turquesa sobrevolaba nuestras cabezas llevando la comanda. En la bandeja vasos tintineantes mitad hielo y mitad calidoscopio de pipermint y zarzamora.
A ratos sonaba Adamo -Tombe la neige- y paralelas voces en “andalufrances” dejaban también caer la nieve por el cristal roto que daba al patio.
Era el patio, guarida de gatos hambrientos revolviendo la basura, cuartel de cucarachas y ratas en igualada contienda y callejón de huida para las cenicientas desobedientes.
Nada románticas las escobas y los cubos de plástico, nada estéticas las cajas de madera -cárcel de sifones y gaseosas pasadas de fecha-
La pileta del grifo en eterno goteo, como un llanto de cocodrilo.
Musgo y gusarapos con sus verdes trajes bailaban a la luna creciente.
En la fría cuerda del tendedero se colgaban todas las noches de domingo...
Y yo allí, formando parte del paisaje.
Desolador.
Rotunda e imborrable página de adolescencia.
Los años no disfrazan los recuerdos, como el amor no trasforma la mirada.
Tonterías.
...Y Adamo empeñándose en poner sus manos en mi cintura.
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