El viajero
No vale mucho su tiempo…casi nada. Y gastado de sueños, deambula por la estación cualquier mañana de otoño. Rebusca en sus bolsillos, -laberinto de añoranzas- y se encuentra en la esquina de su felicidad de ayer. Sonriendo.
Doblado en cuatro partes, cuatro mitades de soledad amarillenta, un billete sin destino determinado le llevan al otro extremo de los andenes.
Viaja por los ojos de los transeúntes, de la tristeza a la alegría, del vacío a la plenitud que cabe en un encuentro.
Trajín de equipajes y murmullo de adioses.
Mundo paralelo de rutina, de silencio no elegido, de reclusión involuntaria en la cárcel de si mismo.
A todos los ve pasar.
El se queda.
Tras su mirada se esconde el mundo inmediato….
Yo estoy en su mundo inmediato sin saberlo, en sincronía perfecta con el reloj de sus horas.
Yo soy la saeta que marca la espera, el péndulo vacilante en cada segundo incierto.
El me da la mitad de la sombra, la mitad de la vida, la mitad de su billete a ninguna parte y recorremos calles impensables. Descubriéndonos.
No me lo dice, pero se que se llama… Amor.
Yo… quiero llamarme Libertad.
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