- Soliloquio -
Jugar al desconcierto... eso ponía en mi tarjeta.
Que absurdo, pensé mientras miraba de reojo a los demás participantes
queriendo adivinar en sus caras el fastidio de lo que les había tocado en suerte.
Todos tenían esa mirada vacía de los que nada tienen,
todos se dejaban arrastrar por el sin sentido...
y yo allí, cerrando el circulo de los idiotas sin mas poder de decisión
que el silencio y la quietud.
Copiando sin querer lo absurdo del instante, sonreí para afuera.
Me aceptaron.
No se en que calendario se miran aquí los días,
ni se si son cuatro realmente las paredes que me encierran.
No sabría decir sin equivocarme, que es un mirlo negro
el que me muerde el corazón cada noche,
que vive en el alero de mi pasado
y revolotea desorientado con sed de respuestas.
Me asusta.
Me hace daño.
Tampoco sé a donde llega la escalera,
a veces me da la impresión de que me sube por la espalda como una caricia
y que pies ensangrentados suben y bajan por ella sin descanso
tiñéndome de rojo.
A mi no me gusta el rojo ni los peldaños sin destino.
Ni que decir tiene que yo no estoy loca...
aun puedo medir el tiempo con las agujas de la ausencia.
Si tu no estás... se detiene.
Y la esfera caliente y amarilla recorre mi cuerpo de este a oeste creyéndose un sol...
Cordura redonda que me seca las lagrimas a destiempo.
Hoy es verano, pero mañana y ayer fueron turnándose entre hojas y vientos
por buscar un nombre a la estación extraña que me vio nacer.
Morir es lo mismo... eso me dice la sombra.
Hoy me pusieron una bata sin bolsillos...
donde voy a guardarme ahora la luna?
Creen que lo que me escondía era el prozac....
Mil vueltas al patio, y un solo árbol para cobijar los sueños.
Somos muchos para jugar al desconcierto y no cabemos en el azar.
Quién gana aquí?
Los otros no tienen nombre.
Yo si.
Yo soy Rosa Desastre Ámbar (licenciada en cacerolas)
Y hoy es dos de agosto del 2004.